martes, 1 de abril de 2014

2 semanas vitales


Después de más de 14 días llenos de decepción para el Unicaja, entre los cuales se han producido hasta cinco derrotas consecutivas entre liga y Euroliga, el triunfo del pasado domingo frente al Laboral Kutxa sirve de bálsamo para la moral malagueña. Ahora tienen a tiro ser cabezas de serie en la ACB. Pero no solo eso, las esperanzas de clasificación para el Top8 ha vuelto a resurgir en el Martín Carpena.

Dos jornadas restan para que finalice el Top16, y que el Unicaja llegue hasta este punto con opciones de clasificarse hay que tomárselo con relativo optimismo. Sobre todo, si tenemos en cuenta el tremendo nivel de exigencia que supone dicho grupo.

Actualmente el equipo de la Costa del Sol es quinto y a tan solo una victoria del cuarto (Panathinaikos) y, si nos ponemos a hacer cuentas, la operación más simple que conlleve su clasificación sería esta: que Olympiacos (actual tercer clasificado) gane los dos partidos que le restan (Efes y Panathinaikos) y así evitar un posible triple empate, en el que el Unicaja saldría seguramente damnificado. Asimismo, los de Plaza deberían también vencer en sus dos encuentros (Panathinaikos y EA7 Milan) para acabar matemáticamente cuartos. Fenerbahce también es una amenaza en la sexta posición, pero de índole menor, pues el Unicaja le tiene el ‘basketaverage’ ganado.

Por lo tanto, no queda otra que admitir que quedan dos semanas vitales para los intereses cajistas. 14 días en los que los nervios y la ilusión se harán uno entre la marea verde. El Carpena podrá ser testigo de si su Unicaja se mete entre los ocho mejores de Europa o no. Eso sí, siempre y cuando gane este jueves en Atenas. Choque que no se prevé para nada sencillo. 

No obstante, y pese a la victoria en la ida contra los griegos (87-71), las visitas del Unicaja a la capital helena no han sido para nada favorables. Hasta en ocho ocasiones se ha medido el equipo frente a Olympiacos, saliendo perdedor en todas ellas. Por su parte, en el OAKA sí que sabe lo que es ganar, aunque el balance vuelve a ser tremendamente negativo (1 de 8). 


El 26 de enero de 2006, día del único triunfo malagueño en Atenas, es la fecha fijada y a la que deberán remitirse toda la plantilla. Es el momento de repetir la historia.


(Foto: Web La opinión de Málaga)

lunes, 24 de marzo de 2014

Vuelven los fantasmas

Ahora que han pasado los días y se puede hablar, o mejor dicho escribir, con un poco más de tranquilidad, me gustaría dar mi visión sobre la situación que atraviesa el equipo a estas alturas de temporada. Qué no es para tirar cohetes, por cierto.

A priori, y dejando ya muy atrás el fracaso de la Copa del Rey, si miramos ambas competiciones en las que el Unicaja está inmerso se puede decir que todo marcha relativamente bien. Quintos en la liga y con claras aspiraciones de acabar como cabezas de serie de cara a unos ‘playoffs’ que no visitamos desde hace 3 años (y caímos en cuartos de final), y aún con “vida” en el Top16 de la Euroliga con más nivel que yo haya visto en los últimos años. Hasta ahí todo correcto.

No obstante, las cuatro últimas derrotas han hecho que vuelvan a surgir de sus cenizas los fantasmas del pasado. Esos temores que ya creíamos haber guardado en un baúl, bajo llave y que reposaba tranquilamente en el fondo del mar. Pues nos equivocamos. La plantilla ha vuelto a caer presa de la desconfianza. El descontrol en la toma decisiones, el escaso entendimiento en defensa, el pánico a tirar cuando hay tiro y sobre todo, el miedo a ganar. Eso es lo que yo he visto en estos últimos encuentros. Y lo peor de todo, parece que el entrenador no da con la tecla que solucione estas carencias. Pues mal vamos.

Aludiendo a una frase que escuché en el último partido frente al FIATC Joventut, “si los partidos se compusieran de primero, segundo y cuarto periodo, Unicaja dominaría en todas las competiciones”. Parece un poco extremista, pero lleva parte de razón. Fatídicos terceros cuartos.

El choque frente al F.C Barcelona podría haber supuesto, no solo la clasificación para el ‘playoff’ de la competición europea, sino también la reconciliación decisiva con la afición. Se desaprovechó, sí, pero no se puede dudar de que el equipo se lo dejó todo. Hay que reconocer cuando un rival te gana porque ha sido mejor que tú, como sucede en este caso. Lo que es inadmisible es que lo haga uno que ha jugado claramente peor, remontando una diferencia de casi 20 puntos en casa y venciendo sobre la bocina. Y no es primera vez que ocurre. Eso no se arregla pidiendo cuatro o cinco veces disculpas en rueda de prensa, señor Plaza. Aunque algo es algo.

Lo único positivo de la semana pasada tiene genes malagueños, aunque quedan muy lejos de casa. Carlos Cabezas resolvió el partido en Fuenlabrada con una bandeja tras reverso de esos que tanto añoramos por aquí. Berni Rodríguez hizo lo propio con dos tiros libres en un partido remontaron y se llevaron por “cojones”, perdón por la expresión, pero es la forma más clara de definirlo. Y por último, Alberto Díaz, con 20 años, dio una lección de que con empeño y trabajo se puede llegar muy lejos. Chapó por todos ellos.

Por último solo me queda decir que ojalá se vean más citas como las que se vio el pasado viernes. El empuje de la afición es fundamental en épocas de vacas flacas, y no se puede dudar de que el Unicaja va a luchar por llegar lo más lejos posible. No se puede abandonar el barco cuando el mar golpea a contracorriente, sino que es momento de sacar los remos y empujar a pulso. Pues no siempre llueve a gusto de todos.

viernes, 17 de enero de 2014

El triple de Ansley, 19 años después

Aprovechando que Michael Ansley, un mito para el baloncesto malagueño, estará el viernes en el Martín Carpena para presenciar el partido que enfrentará al Unicaja y al Fenerbahce de Obradovic, me gustaría recordar uno de los momentos más amargos de la historia del conjunto andaluz. Y cuyo protagonista fue el propio Ansley.

Nos situamos en el 18 de mayo de 1995. En plena primavera. El Unicaja dominaba la final de la ACB por 2-1 frente al Barcelona. Ciudad Jardín vivía una de sus épocas más gloriosas. Lleno hasta la bandera horas antes del encuentro. Se estima que habían unas 5000 personas, aunque algunos dicen que allí había mucha más gente. La locura se palpaba en las calles malagueñas. Con el equipo de fútbol dando bandazos por la segunda división B, el baloncesto captaba toda la atención del público. Su equipo se encontraba a un triunfo de ser campeón de liga.
Un joven Javier Imbroda dirigía la plantilla cajista, formada por jugadores de la talla del propio Ansley, Kenny Miller, Nacho Rodríguez, Alfonso Reyes o Ricardo Guillén. Una fusión entre canteranos e internacionales que deleitaban al público malacitano día sí, día también. En el bando contrario, un potentísimo Barcelona, con Aíto García Reneses en el banquillo, y donde destacaban tipos como Juan Antonio San Epifanio, Darry Middleton o Salva Díez. Puro espectáculo al servicio de todo aficionado al deporte.
La igualdad reinó durante todo el encuentro. Cada embestida del equipo catalán era contestada por algún jugador malagueño. Y viceversa. Nadie pretendía dar su brazo a torcer. Y Entonces, con 15 segundos para el desenlace del encuentro, llegaría la jugada más famosa de la final. El Barça ganaba por 2 puntos (77-79), pero el Unicaja tendría la última posesión para tratar de escribir un final feliz a su mágica historia. Ansley, con 37 puntos (7/11 en tiros de dos, 3/6 en triples y 14/15 en tiros libres), era el hombre que debía jugarse aquella bola. Recordemos que el ala-pivot norteamericano, en su segunda etapa en Málaga, superaba ya los 40 años y estaba dando las últimas pinceladas a su trayectoria deportiva. Aun así, seguía siendo un genio en esto.
Pues bien, tras un error en el tiro de Salva Díez, Ansley asumió toda responsabilidad y comenzó a cruzar la pista con una pasmosa tranquilidad. Y digo pasmosa, puesto que a mí se me hubiera salido el corazón del pecho. Pero eso es otra historia.
Pese a que algunos defendían, y siguen defendiendo, que lo correcto hubiera sido asegurar con una canasta de 2, Ansley lo tenía claro. Él era un ganador, y por ello iba a buscar la jugada de 3 puntos. Desde unos 7 metros y punteado por Middleton, el norteamericano se levantó del suelo y lanzó el triple, ante la atónita mirada de miles de aficionados. Pero no entró. El Barcelona acababa de empatar la eliminatoria, y lograría proclamarse campeón días después en el Palau Blaugrana. En un abrir y cerrar de ojos se habían disipado todas las esperanzas de la afición malagueña.
A pesar de todo, hay que destacar que aquel encuentro desató al Unicaja que conocemos hoy en día. Los títulos de Copa Korac, Copa del Rey y Liga ACB han logrado acabar con aquel mal sabor de boca de 1995. Además, no con esto quiero que recordéis a este jugador por aquella fatídica jugada. 19 años después, Mike Ansley sigue siendo uno de los jugadores más carismáticos que han pasado por Málaga. Una leyenda para el Unicaja. Un genio nacido para jugar a esto.