El Carpena vibró con su equipo (Foto: Web Diario Sur) |
Lo que
sucedió el pasado jueves en el Carpena, no es algo que se vea todos los días. Ni
mucho menos. Lejos quedaban para muchos aficionados las apasionantes jornadas de baloncesto que se vivían en Málaga hace tan solo unos años. Y muchos, ya se
estaban acostumbrando a un público apagado y a una cada vez más escasa entrada. Estaba
claro. Esta ya no era la mejor afición de España (Y de las mejores de Europa).
Cabe
destacar que los resultados tampoco acompañaban, y que hace tan solo una
temporada el Málaga CF vivió el mejor año de su historia. Sin embargo, en la jornada del jueves la situación cambió. La transcendencia del partido, puesto que si Unicaja perdía estaba eliminado
de la Euroliga, generó que se formaran largas colas en las taquillas. Joan
Plaza y los jugadores pedían llenar el Palacio. Ahora más que nunca necesitaban
a su afición, y estos respondieron de la mejor forma que saben.
Cerca de
8.900 gargantas hicieron vibrar a todo un pabellón y conducir a su equipo hacia
la victoria. Y lo digo sin exageraciones. Desde el pitido inicial se notó al público
muy activo, con ganas de cantar, saltar y ser uno más de la plantilla. Y esa fuerza fue la que se transmitió a todos
y cada uno de los jugadores.
El
partido fue de altibajos. Los malagueños comenzaron muy enchufados, tras el
gran recibimiento de la afición con pancartas bajo el lema “Somos un equipo”-Por
cierto, genial trabajo del equipo de Marketing (todo hay que decirlo). Sin
embargo, la situación dio un giro completo durante el final del segundo cuarto,
el tercero y parte del último. El Bayern Munich se empezó a sentir cómodo en
pista, mientras los de plaza no veían la solución para ponerse por delante de
nuevo.
Con 8
puntos de diferencia y a falta de 5 minutos para el final, Joan Plaza pidió
tiempo muerto. Su equipo se encontraba al borde de la eliminación. Los
malagueños se colocaron en una zona 2-3 (que fue clave) y el rugido del público
empezó a sonar cada vez más fuerte. Los jugadores se hicieron eco del efecto de
los aficionados y apretaron los dientes en defensa. Robos de balones, triples,
mates y alley oops. Durante estos minutos, el conjunto malagueño aplicó la
regla básica del baloncesto: Disfrutar mientras se juega. ¿El resultado? Un
triunfo vital que se queda en casa.
Por
suerte, yo fui uno de los presentes en el Martín Carpena. Y lo digo sin
tapujos. Disfruté como un niño pequeño. Fueron minutos en los que Unicaja
convirtió el baloncesto en poesía, si querían hacer algo, lo hacían y muy bien. Llevaba
mucho tiempo sin ver un partido así. Más allá de la victoria, me quedo con la
sensación que se te queda. Parece que el Carpena ha vuelto, y espero que sea
para quedarse.
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